Finalmente se va la tarde en silencio,
con un dolor, cargando nostalgia propia.
Y al momento, añorando sueños, lento,
va siguiendo con apego una gaviota.
Crepúsculo mustio cede en el ocaso sin fin,
como fénix que se muere, formando un ciclo infinito.
Y la gaviota en lo alto, celestial cual serafín,
ansiando quimeras grazna de pesar ahogado grito.
La puesta tibia las olas con su singular sonido;
de tonos ocres ya guarda algún recuerdo divino.
Y el viento envuelve sus alas, todavía siendo motivo,
y en ese lienzo contemplo metáforas de mi destino.