Va con la verdad
asida de la mano,
se oculta bajo sombra.
Cuando titubea,
siembra la duda
y el desasosiego.
Sale rimbombante
por sus méritos,
exclama: ¡me creyeron!
Al ser piadosa
cae en su propia red,
y nada la justifica.
Con media sonrisa
o el silencio elocuente
se pone caretas.