Déjame ver el tinte primaveral
que cae sobre tu piel,
no me escondas los cerezos
que respiran sobre tu pecho.
No me ocultes los párpados de la niebla;
en ellos veo la llovizna blanca y frágil.
No maquilles el diario de mis besos;
ellos también bailan, lloran,
por no saber cómo escribir sobre tu boca.
No maquilles tus mejillas,
son estaciones de mi ave mensajera.
Te adoro,
no solo por el fulgor que brota de tu piel,
sino por el cáliz sonoro
que vierte lucidez
en cada valle de mi cuerpo exhausto.
04 d e noviembre 2025