Los mismos dedos que ahora a todos nos juzgan,
no son distintos a los que ya no persinan
¿Se ha acaso agotado el débil temor a Dios?
¿Se acabó también el tiempo para el perdón?
La conciencia,
que alguna vez fue aquella limpia debutante,
fue aprendiendo a callar para seguir viviendo,
y entre tanto y tanto silencio mal pagado
y ya después de acumular tantos pecados
se ven ahora mucho mejor apilados
para hacer con ellos una casa habitable.