Ivette Urroz

Destino Químico

Se evapora el metal,

su maleabilidad pura se disuelve

en el hidrógeno inducido por la niebla.

Los cationes arrepentidos del enlace π

regresan al fondo del mar,

con rumor de infancia en el acetato.

 

Los peces -celdas del sueño- horadan la forma,

una navegación empírica,

un cabello de hidrocarburo peinando

la penumbra molecular del amanecer.

 

La biología es un réquiem químico.

El destino, magnetizado, y furioso canta,

se adhiere al termostato,

a la vela oscura del electrodo.

En la ecuación de la vida del dolor,

desarma el mito del alma,

y en fría combustión, la oxida.

Una célula recuerda su ceniza.

 

También el electrolito

ha cambiado a noviembre.

Ivette Mendoza Fajardo

 

Ecología del Dolor Solar

 

Hematoma de sol y precipitado en rocío renovable

ya propagan su neumonía los despojos en su terapia

ocupacional.

Fuente consumidora de luz sin remedio neurálgico,

agonía biodegradable con primores cuánticos

genéticamente desteñidos:

rugidos de bosques nasales y caballos de fuerzas

sin adornos de faunas, ni aromas relativos.

Trombosis del páramo y espejismos de cardumen

erosionan el panorama de las polaridades amigables.

 

Calorías de reposo al cabecear insondable, en grito

monovalente,

cuchilla del alma de catástrofe ecológica.

La morada del residuo infeccioso provoca altanería menstrual;

la actividad solar de un rumor categórico desgrana la dislexia,

vestimentas de dopamina que la luna de error pragmático

atesora,

el cromosoma importunado de una antorcha afótica.

Ivette Mendoza Fajardo