Muy dentro de ella,
hay una mujer que no se ha ido.
Despierta sin hacer ruido.
No sabe qué hacer
con la cama tendida,
con los platos que sobran,
con los domingos solos,
con los jardines de la casa grande.
Cuando cae la noche,
escribe algún poema para ser
ella misma.
Sigue sentada allí sin hacer ruido,
sin molestar a nadie,
con la esperanza viva.
L.G.