Querida.
¡Qué engaño tan grande!
Creí que me amabas.
Pero ahora sé que no.
Y es obvio, ¿cómo sabrías lo que conlleva amar?
Aun así, te creí, confié.
Los “Te amo”,
los “Te quiero”,
los “para siempre” que nunca fueron realidad, fui un tonto en creer que eras una deidad.
En malinterpretar.
Pero también en no aceptar, lo que era una realidad.
Lo que esperaba, sin entender lo que pasaba.
¡Qué locura!
Creí la mentira.
Esa que decías todos los días:
Te amo, sin pensar el daño que me harías.
Esa frase que tanto miedo me da pronunciar.
Te amo, sin saber lo que es amar.
Pero no, no me amas.
Nunca lo hiciste.
Te amo.
Yo sí te amé.
Te amo.
Te olvidaré.
Pero yo sí, te amé.