El manzano
En la tarde dorada, cuando el viento
susurra nombres que mi savia guarda,
yo deseo que tu sombra sutil arda
como un perfume antiguo y lento.
Tiembla mi rama al roce de tu paso,
y cada hoja canta tu presencia.
No soy raíz: soy llama, florescencia,
soy manzano que sueña con tu abrazo.
En pos de tí, caen las manzanas,
como oraciones rojas a tus pies.
como dulces ofrendas lozanas...
Recógelas. Son tuyas. Yo no pido
más que ser tu árbol florecido,
que frutos da, cada vez que me ves.
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Annabeth Aparicio de León
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