Para quien conoce el fuego que no pide permiso, sino que espera en la sombra, latente y persistente. Para quien ha sentido que la noche no es suficiente para contener el deseo, y que el alma no descansa hasta encontrar el brazo que calma su invierno interior. Que estos versos sean la brasa que encienda la invitación más íntima: la de entregarse al fuego compartido, a la caricia que no conoce límites, y a ese abrazo que es, al mismo tiempo, refugio y consumación.
Para ti, mi Pantera Negra.