No he de temer por mi muerte,
pues aquí, con agallas y suerte,
y atendiendo a las razones,
he cumplido mis misiones.
De mi ausencia me inquieta,
y el corazón me agrieta,
que al dejar vuestras vidas
olvides esta despedida.
Ese temor cruel me invade,
que mi partida los enfade;
mientras me llames y me llores,
yo sea ocasión de los dolores.
Por eso les pido, mis pequeños,
—y háganlo con empeño—,
que entre las lágrimas que lloren
y entre los recuerdos, valoren:
Besos, mimos y abrazos,
como cuando, niño, en mi regazo;
y así también los recuerdos
nos lleven a un nuevo acuerdo.
De mi existencia, consejos y valores,
de adulto sean tus motores.
Replica el amor por la vida,
ama siempre sin medidas.
No guardes ni un rencor,
aunque sea grande el picor.
No desperdicies los días
y agrega a cada cual su valía.
Que no importe la paga;
que sea trabajo que halaga.
Llega a la noche cansado,
con algo aprendido y ganado.
Corre y juega, baila y canta,
y en los momentos malos, aguanta;
que todo pasa y solo queda
cuanto dejes que suceda.
Entre estos mensajes
quedan mis aprendizajes.
De mi ausencia, con mis temores,
en espera del momento, mis amores.
Silvana Ibáñez — 09/03/2025