Anhelo tu cuerpo danzante,
territorio de deseo,
fuego escondido,
con las mareas altas
que suben, suaves y firmes;
placer que se abre
con un relámpago,
entre la piel cubierta de un aroma
que estremece el estrés.
Tienes voces entrelazadas,
géneros que se doblan y se expanden,
diversidad que te atraviesa
con un río de espejos
donde cada reflejo soy eres tú,
y también lo demás.
En mi piel vibran los vidrios rotos:
cicatrices que recuerdan la fiebre,
la herida que me enseñó el límite,
el dolor que me susurró
la fuerza de seguir habitándote.
Mi cuerpo es tierra marcada:
huellas que no borra el tiempo,
memoria tatuada en los músculos,
resisto en cada paso,
y mi raíz se niega a ceder.
Y en esta búsqueda infinita
de quién y cómo te nombras,
la identidad florece:
no como máscara,
sino como canto abierto,
una afirmación que se expande,
que celebra, cuestiona y explora
la maravilla y la carga
de existir en un cuerpo
que te conti ene y te revela.
30 de septiembre 2025