Mis resacas inmensas
diseñaron ansioso torbellino.
Al ver las indefensas
rubíes del platino
crespular que ondeabas en mi sino.
Por tanto, revertí
las tormentas que escupen mi tragedia...
Confieso, que temí
perderte por la inedia
ahogante, que doy con mi comedia.
Suspiro, temerario
de agotar tu paciente manivela
que gira en el sagrario
harén de tu candela;
Que atribuyo a mi fe de sanguijuela.