Elegía al absurdo
(Wcelogan)
El universo indiferente,
indiferente a mi gesto.
Nada espera de mí,
y eso, al fin, me calma.
Nací del azar,
como un Big Bang que olvida su fuego.
No tengo misión,
ni guion,
ni un dios que descifre mis labios.
Mi cerebro, ese narrador incansable,
teje propósitos de aire,
y yo —por costumbre o por ternura—
a veces le creo su cuento ingenuo.
Pero debajo de toda historia
solo vibra un zumbido cósmico,
una risa sin boca,
una pregunta que no exige respuesta.
Y sin embargo,
camino.
Empujo mi roca invisible,
Sísifo cansado y sereno,
sosteniendo el mundo
en un gesto que nadie verá.
No porque tenga sentido,
sino porque hay belleza
en continuar sin fe,
en respirar sin promesas.
El absurdo no me hiere;
me bautiza.
Soy libre porque sé
que no hay por qué.
Río,
y en la risa llevo una victoria:
la del que mira al vacío
y no baja la mirada.
Porque la vida no tiene sentido,
y eso —maldita sea— es hermoso.