Cincelazos,
infantiles al inicio;
complejos hasta que alguien
enseñe a pintar.
Traté de aprender.
Decidí hallar otro arte
capaz de describirte.
No lo conseguí.
Luz surgió en vaharina,
sacaron del limbo.
Resurgí en base
al calor del mediodía.
Encontré nuevas rutas
cuando sostuve
mano prodigiosa.
Debilidad
volvió a abrigarme.
Inútilmente,
quedé prendido.
Sinestesia
saborea colores.
Trazos constantes
fueron clímax de tardes.
Letras usadas
llevaron recado:
poesía, esfuerzo por el habla.
Aún así, definir es limitar.
Paseamos en sueños,
a la fría Antártida.
Te quisiste perder,
no dejo que te vayas.
Perseguí esas bahías,
tu obsesión,
danzantes de mar,
el deseo de ser libre.
Lejana,
quédate en mi mente;
allí perteneces.
Tonalidades únicas, regalo de mi artista.
Trazos hechos
en nuestra historia:
descuidados,
ajenos a un orden, simetría.
Lienzo tambaleante.
Tiempo desgastó
pigmentos cerceta e índigo.
Esa obra sigue siendo perfecta.
‘Amo el secreto’ - me susurró un pintor.
No sé dibujar
aquel cuadro:
pintura atemporal,
belleza del conocerte.
No termino ese lienzo. Donde inspiración habite, ahí continuaré.