Si cual Cid Campeador, que te traspase
la punta de la flecha, la palabra
y una herida de amor tu pecho abra
el corazón en tu cuerpo despedace.
Tu pluma blandirás como la espada
y tu ira y tu venganza escribiréis
al gran Dios del cielo pediréis
que aquel que te dañó no tenga nada.
Y un poema cual escudo legendario
con palabras blasfemas, te haga fuerte
sin temor, enfrentándote a tu suerte
cual caballero o príncipe templario.
No le pidas al poeta ni al artista
que combata con su alma o con su mente
que comulgue sus ideas con la gente
aferrándose al amor, aunque no exista.
No hay silencio ni recuerdo que persista
el minuto posterior al de la muerte.