He aquí la vibración muda,
que se libera del sonido y del tiempo;
erguida, como filamento sin órbita,
o trazo de luz fugitiva.
Cae… leve. Se reconfigura,
como onda dormida.
Como geometría variable,
su forma se rehace en el plasma,
en las brasas del vacío.
Fulgor sin contorno. Persiste.
El fotón descifra la alborada entre los vectores,
cuando su soplo de transparencia
fue absorbido por fuerzas inasibles,
sin masa, sin límite, en calma,
hacia ese territorio distante
que la mirada no alcanza,
donde el último pulso
se funde en su propio resplandor.
Ivette Mendoza Fajardo