Cicatriz ventana,
para el otro:
al que mira con morbo y nos expía,
al que mira con ternura y atesora.
Huellas que laten en piel y bajo de ella
archivos secretos que pactan
con el doliente pasado,
la estrechez de quienes somos,
y la misteriosa inmensidad
de en quienes nos convertiremos.
Punzón clavado en las manos del futuro,
conciencia pura.
Pupila vacilante de la angustia,
herencia del dolor que nos enseña
el arte sutil de sostenernos.
Experiencia manantial,
que fluye y nos recuerda
el derecho sagrado a ser,
a tocar, a sentir, a vivir…
Lenguaje antiguo de la piel,
originalidad bucólica del instinto:
honrarnos, reconocernos, protegernos.
Cicatriz que respira con nosotros,
que se abre y cierra como latido,
espejo quebrado de realidad
que refleja completa nuestra valía.