Ásperos se sienten mis mofletes y fría mi frente, por recordar los síntomas de un sentimiento frecuente, un deseo inherente, de ver la fruta extraña colgada por un deseo de la gente.
Y por un crimen moral ser reo de mi mente, querer matar a mi ser a causa de mi pena hiriente, que buscando en ella misma otra excusa, desea ver la destrucción de mi alma sentiente.
Siendo la conciencia de mi propio hombre, busco en mí las ganas de sentir gloria sobre mi nombre, pero donde está no hay ayuda, así que en abono mi pobre cuerpo se convierte.