Menesteo

Un sol envuelto en mantilla


Un sol envuelto en mantilla

1ª Parte

Quiero contarte una historia
sin que el cielo se despierte
en lo oscuro de una noria
para volverse celeste.

Porque, celeste es el cielo
que acoge a todo mortal
aunque se pueda quejar
de las penas de su duelo.

Una pena que se expande
y al haberla compartido
a medias con su marido,
ésta no ha sido más grande.

Tan solo será testigo
la claridad de la luna
para contar lo que digo
con buena o mala fortuna.

Cuán otras muchas historias
en blancos humos se fueron
porque ellos no quisieron
guardarlas en su memoria.

Unas nubes de algodón
formando una algarabía 
en una mañana fría
que congela el corazón.

Vino a ver su luz primera
cuán mortal mira la aurora,
aquella bella señora
lo envolvió de primavera
para tenerlo a su vera.
Quiso mirarlo despacio,
como se observa un palacio
con infinita hermosura,
tras los años, aún dura,
sus más hermosos espacios.

Un sol envuelto en mantilla
a su madre fue entregado,
colocando con cuidado
en su pezón, la barbilla.
Sus ojos negros le brillan
al contemplar la criatura,
reposando en su cintura
donde lo tiene su madre
y en casa le espera el padre
cubierto de gran ternura.

Cuán arenas del desierto
son las noches de un insomnio
como los malos demonios
que no creen lo que es cierto.
Con el corazón abierto
y un volcán que me desalma,
intentaré con gran calma
desgranar tan bella historia
y que quede en la memoria
y en los anales del alma.

José Ares
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