No sé porque estaba ahí. Un hombre con un gorro rojo y una campera azul muy grande. Inmóvil en el medio de la calle. Hacía mucho frío y parecía que esperaba a alguien. Yo lo estaba espiando detrás de la cerca de alambre, solo por curiosidad. Estuvo mucho tiempo erguido y solo movía los pies. Conté quince movimientos.
Me fuí por poco tiempo. Pero luego volví y seguía ahí, sin hacer nada. En el final de la calle donde habían autos abandonados y casas en mal estado. No logré ver su cara pero quería que él me viera. Que supiera que yo estaba ahí mirándolo. Quería que hiciera algo que me dijera que estaba haciendo en realidad. Él solo miraba al frente, reitero sin moverse. Yo podía verlo de espaldas, estaba reposada en un árbol cualquiera, sin sacarle la mirada de encima. Quería que sintiera mi mirada. Pero parecía un fantasma o un loco cualquiera. Pero probablemente él tenía sus motivos para estar ahí tanto tiempo en el medio del frío. Necesitaba saber por qué.
En un momento salió de una casa sucia un hombre. Salió a fumar un cigarrillo. Y se quedó viendo al loco conmigo. Los dos nos quedamos viendo a esa persona que no daba señales de cordura. Me quise acercar al fumador a preguntarle si ese loco había estado ahí desde siempre y porque no se movía del medio de la calle. Pero no me animé. Pensé que el hombre que salió a fumar quizá estaba aún más loco. Tuve que irme de nuevo. Y no volví más. Y el loco nunca se movió.