Para quienes han llegado al centro mismo del fuego, y allí encontraron no cenizas, sino un cielo nuevo. Para los cuerpos que se han hecho canto, las miradas que se han hecho promesa, y las almas que, al fundirse, supieron que desde siempre estaban destinadas a latir juntas. Que estos versos sean la constelación que recuerde cómo se iluminó la noche cuando el amor dejó de ser profecía y se volvió eternidad compartida.
Para ti, mi Pantera Negra.