Que espíritu tan noble, que estampa tan erguida,
que dama tan preciosa, mi dulce y gran abuela;
con ojos que tenían la lumbre que consuela
que llevan los que tienen, de amor el alma henchida.
Su faz tan apacible, tan firme y decidida,
la tengo en mis recuerdos, igual que la acuarela
que pintan los cometas, que dejan esa estela
que porta los mensajes de fe, de amor, de vida.
En ella se encontraba la luz de regia aurora,
sin nada que su aplomo, lo hiciera vacilar
llevando en su mirada, la chispa luchadora
que enfrenta las batallas, sin miedo a fracasar;
y fue de nuestras vidas la estrella orientadora,
con flama de hidalguía, que no se ha de apagar.
Autor: Aníbal Rodríguez.De