No he podido acurrucarme
al abrigo de tu cuello,
ni aspirar la dulzura
que en tu aliento florecía.
No he sentido aquel galope
en el refugio de tu pecho,
donde crecen mis sueños
y anida aún mi ardiente alma.
Faltó el alegre recorrido
de gacelas en el campo,
cuando sobre mi frágil piel
caricias danzaban en mi vientre.
No están tus besos de fuego
surcando a tientas, sueltas,
las fronteras de mi cuerpo
y las locuras de mi mente.
No llegó el suave aroma
de tu madurez callada,
tu insensatez risueña
y tu lujuria encantada.
Tu calor no me quema,
tu humedad no me alcanza.
Hoy despierto… No estás…
¿O acaso nunca estuviste?
Silvana Ibáñez
05/11/2025