El llanto de los deudos se fue lejos.
El difunto yace en la sepultura.
¿A dónde fueron llantos y gemidos?
¡A repartirse alegres la fortuna!
El muerto quedó para siempre abajo,
en el hueco silente de la fosa.
Los deudos se disputan el legado
-entre pleitos y empujones, la mofa-.
Triste es el destino de un cementerio:
albergar en su seno las coronas
que el tiempo irá pudriendo sin remedio,
dejándoles marchitas las corolas.