LOS SEDIENTOS
Nacimos con sed.
Sed en los ojos, en la piel, en la historia.
Sed de justicia que no se negocia,
sed de verdad que no se esconde en vitrinas.
Sed del niño que sueña pan sin precio,
del obrero que mira el reloj como a un juez,
de la madre que calla su llanto en la fila,
del joven que aún cree que cambiar es posible.
Sed del alma que no quiere monedas,
sino un poco de cielo en la palabra,
sed del hombre cansado de promesas secas,
de la mujer que aún siembra esperanza.
Porque el mundo tiene agua,
pero no para todos.
Y el que no bebe… arde por dentro.
© Corazón Bardo