Alberto Escobar

Hay cosas...

 

 

Hay cosas que sobran,
que la entropía las daña
hasta el punto de que me
jor que se desintegren so
bre de donde han venido
—para qué prolongar una
agonía— y sirvan de mol
de, de pasto, de mimbre,
a las demás cosas que, por
necesidad sideral, tienen qu
e surgir, aparecer, sin que,
cuando sean conscientes de
su existencia, se lleguen a
explicar, lleguen a entender
por qué están ahí, donde est
án. 
Este párrafo que acaba de
morir, ya muerto, sirve de
preámbulo a una anécdota,
por darle un nombre, que su
cedió ayer, entre las cuatro
y las seis de la tarde, de una
tarde aciaga, de esas que, un
a vez pasadas, deben eliminar
se del calendario como todo e
l cúmulo de archivos que sobr
antes del usar diario de un pc
fungen a modo de excremento
estulticio, de pecina que el agua,
nunca pura, deja sobre el fondo
al ser estancada por el azar. 
Hay cosas que sobran, sí, 
y si sobran, y al constatar feha
cientemente que han sobrado,
hasta el punto de que no es re
versible su reutilidad, hay que t
ener la valentía, el arrojo, de ti
rar a la basura, a algún conten
edor que a la postre se disponen
junto a otros para ese tipo de de
secho. 
Hay cosas..., la entropía nos
devuelve a de donde venimos
por fortuna —así no engrosam
os la ya excesiva basura espaci
al jaja—.