Sentirse melancólico y triste de vez en cuando, te libera y te hace soltar todo aquello qué aflige tu conciencia.
Te hace despejarte e abandonar todo mal momento de soledad y pesimismo; y al terminar sientes en breves momentos veracidad, una calma suave que roza el alma cansada, como si el dolor, al irse, dejara un eco de verdad.
Entonces comprendes que llorar no es debilidad,
sino una forma pura de volver a ser humano,
de mirarte por dentro sin máscaras,
y reconciliarte con tus sombras más antiguas.
En cada esquina, en cada rincón; en cada rastro de emoción negativa, solo siento... Melancolía.