- LA CORONA DE LOS ALANOS
En las llanuras donde el viento rompe
y los caballos dormían sobre sangre y polvo,
la corona de los Alanos
se alzaba como el oro de un sol vencido.
Forjada en fuego de estepas y juramentos,
pasó de mano en mano,
de padre a hijo, de la noche al día,
como el aliento de un linaje nómada
que no conocía cadenas ni reinos de piedra.
Pero llegaron los cuervos del oeste,
las lanzas romanas,
los jinetes hunos, las fuerzas desatadas,
y uno a uno, sin estridencias,
los portadores de la corona cayeron
sin que la tierra recordara sus nombres, ni tampoco los cielos sus hazañas.
Hoy yace enterrada,
quizá bajo un olivo andaluz,
o en la arena africana,
la corona sin dueño,
el símbolo de un pueblo olvidado
que una vez cabalgó como el trueno:
libre, desatado, indómito,
silenciosamente inmortal. Hoy es polvo en el viento, humo diluido, morceñas, una brizna de recuerdo en el océano.