Soy la voz que se apaga en su propio eco,
un pensamiento que naufraga
en mares sin nombre ni destino.
Camino entre sombras que yo mismo invento,
preguntándome quién soy
cuando nadie me está mirando.
El alma pesa cuando calla,
cuando no encuentra en la carne
una razón para quedarse.
A veces siento que existo solo por costumbre,
que respiro por miedo a desaparecer.
El tiempo me observa, paciente,
mientras mis días se disuelven
como tinta en la lluvia.
Busco sentido en los reflejos,
en el temblor de las palabras,
en la fragilidad de lo humano.
Pero cuanto más busco,
más vacío se vuelve el espejo,
más distante suena mi nombre.
¿Dónde termina el ser
cuando deja de creerse real?
¿En qué rincón del alma
se esconde lo que ya no siente?
Todo parece tan frágil, tan incierto,
como una luz que titila
antes de apagarse para siempre.
Y sin embargo, sigo…
con el corazón cansado,
con la mente abierta al abismo,
esperando encontrar en el vacío
esa chispa invisible
que todavía me llama a existir.