Gustavo Affranchino

Tsoreto 4 - La antena de hafnio

Esta es la 4ta entrega
de la saga de 25 cuentos

EL INVESTIGADOR DE LA MÁSCARA DE PLATA EN...

La Antena de Hafnio

Ronroneaba Tsoreto sobre su mullido sofá, cuando el inoportuno relincho metálico de su antiguo teléfono, quebrantó el plomizo silencio que habíase constituido en la habitación.  La acetilcolina encefálica del valiente detective, fluyó velozmente entre neurona y neurona, y envió un impulso eléctrico de alto voltaje a los músculos correspondientes.  Tsoreto asió el tubo comunicador, mientras desenganchaba su colgajo epidérmico de la cuerina, donde estaba adherido por la acción de la transpiración y la saliva pegajosa de unos pequeños gusanitos moradores de algunas hendiduras.

Tras los agujeros del audífono telefónico resonó cortante la voz del comisario:

C_Tengo una misión para usted.

T_Hable -respondió firme, el investigador de la máscara de plata.

C_Bien; la cuestión reside en un insecto, en un mosquito anofeles experimental, que se halla recubierto no por quitina, sino por wolframio.  Esta pequeña flecha viva escapó e ingresó en el reactor nuclear de la central atómica Atucha III.  Allí absorbió una ínfima cantidad de plutonio, ínfima , pero sumamente peligrosa.  Este insecto se alimenta de metales, entre ellos el hafnio.  Si llegara a contactarse un átomo de éste, con el isótopo radiactivo que porta el M.A.6 (mosquito anofeles 6), desaparecerá del mapa, el mapa mismo.

T_Y digamé -interrumpió Tsoreto- ¿Dónde se encuentra ese hafnio?

C_Pues, en la antena de la terraza de su edificio.

T_Pero, no entiendo, ¿Por qué llegaría hasta aquí ese mosquito M.A.6? -preguntó el detective apelando a la lógica , y enroscando entre sus dedos una alargada mucosidad proveniente de su nariz, deforme y aceitosa.

El comisario vaciló un segundo y, previa flatulencia, expresó: _Lo cierto es, hablando claramente, que este animal tiene un manjar predilecto.

T_Ya sé, el tantalio.

C_No, no.  La mugre.  Y usted, posee el primer puesto en la producción mundial de dicha substancia.

T_No diga más -interrumpió con firmeza- ahora mismo me pongo en acción.

Ya en el ascensor, comenzó a desenterrar de entre los dedos del pie derecho, choricetes de una extraña mouse amarronada (aunque no olía a chocolate).

Llegó a la terraza.  En seguida, se acercó a la antena de hafnio, y observó como el M.A.6 se posaba sobre ella en ese mismo instante.

Tsoreto amasó rápidamente la pasta, la introdujo en su boca y, cuando ésta estuvo bien embebida en saliva, le agregó brea que extrajo de la unión de las baldosas.  Este compuesto, al combinarse con la ptialina, producía una poderosísima enzima, capaz de fundir el wolframio (esto lo había aprendido al lavarse los dientes luego de masticar brea, que nuestro amigo usaba como chicle; cuando introdujo el cepillo dental de tungsteno en sus fauces, éste se diluyó en el momento).

Tsoreto se inclinó, tomó mucho aire, colocó el bollete entre sus nalgas resecas y, contrayendo al máximo su peritoneo, eyectó un fortísimo huracán peduno, lanzando la substancia directamente hacia el mosquito que, en pocos segundos, se disolvió por completo.

Para festejar, Tsoreto expectoró los tallarines con tuco del mediodía, y ejecutó sobre el tibio vómito una danza ritual de su invención.

Un nuevo caso se presentaría mañana seguramente y el investigador de la máscara de plata, continuaría haciendo justicia.