LOURDES TARRATS

Plegaria

 

En la mañana temprana,
antes de que el sueño me enlace,
me siento a solas contigo,
Creador de todas las vidas:
la mía, la ajena, la de todos.
Te hablo sin palabras, oh Dios,
como quien en la penumbra
palpa el rostro de su madre.

Te ruego por nosotros,
los caminantes ciegos,
sedientos de paz,
pero embriagados de codicia,
hinchados de avaricia,
de odio, de rencor, de olvido.

¡Oh, Dios!
Arráncanos el gen de la violencia,
de la furia, del desprecio.
Límpianos de esa herencia
que repite abismos.

Danos sabiduría para comprender al otro:
sus gritos, sus penas, su dolor,
sus ausencias, su abandono,
y ese silencio que pesa y se hunde
más que el plomo.

Líbranos de las guerras,
fractura de la humanidad,
que siembran hambre, miedo,
y un sosiego impostado,
destruyendo lo que tú has creado,
y nosotros destruimos.

Libra al hombre
de la sed de venganza que lo agobia,
de su hambre de dominio.
Siembra en su ser la semilla del encanto

para que su alma descubra

amaneceres, belleza y poesía.

Quiero ver al mundo feliz,
y a los niños juguetones
corriendo sin miedo,
cantando sin hambre,
soñando con flores
que vencen al viento.

Danos el alcance al entendimiento,
para que, al despertar de mis sueños,
con la compasión sembrada en el pecho,
pueda seguir escribiendo al mundo prosas y versos.

—L.T.

11/3/2025