¿Qué puedo pedirte,
 si todo lo que requiero me das?
 ¿Qué puedo agradecerte,
 si, dándome todo,
 la vida no alcanza para expresarlo?
En tu omnipresencia y omnipotencia,
 ¿Cómo verás mis pedidos o agradecimientos,
 si todo lo pusiste ahí para mí?
 Entonces, ¿qué razón tiene un “gracias”,
 o qué sentido tiene un pedido?
Un infinitésimo agradeciendo al infinito…
Tú,
 Tú que lo sabes todo,
 Tú que eres todo,
 Tú que estás en todo;
 y frente a Ti,
 yo…
 yo, ignorante,
 yo, pequeño, acotado,
 yo, torpe, perdido,
sin embargo,
 hecho a tu imagen y semejanza.
Un infinitésimo enfrentado al infinito…
Soy tu creación,
 hijo tuyo, parte de Ti;
 habitas en mí,
 y no hay parte mía
 fuera de Ti.
 Todo lo que es,
 es parte de Ti…
 y de mí mismo.
Mi diminuta mente no alcanza a entender.
 ¿Nos hiciste entonces finitos? ¿Por qué?
 Cuanto más conozco, cuanto más sé,
 más lejos me siento de entenderte,
 más cerca de mis limitaciones,
 y con esa conciencia,
 tendiente a ser más infeliz.
Un infinitésimo cuestionando al infinito…
 ¿Cómo podría cuestionarte?
 No puedo, no debo.
Solo cumplir tu mandamiento:
 eres amor, y soy amor por Ti.
 Tu grandeza está en mí,
el infinito comprimido en un infinitésimo.
Tú, el infinito.
 Yo, un infinitésimo;
y como parte tuya,
 Tú no serías el mismo Tú
 sin este insignificante yo.
Aunque yo… un infinitésimo,
Infinitésimo del infinito…
Silvana Ibáñez
2/11/2025