Con esa fotografía
del puente de la Barquera,
en el barrio Covadonga,
Torrelavega, Cantabria, España.
Tomada después de una caminata nocturna,
entre el río y el bosque,
por si a alguien le sirve...
¡Déjalo marchar!
Como la primavera necesita
del paso del otoño
para renacer,
para que las flores pinten
los campos de color,
luz, vida
y vitalidad.
Lo que no aporta,
no eleva ni inspira;
lo que hiere,
rompe la calma,
arroja sombras
donde debería haber claridad...
Por mucho que duela,
ya sea un recuerdo
o una persona real,
ante lo que siembra oscuridad,
donde solo debería haber
luminosidad.
Cruza tu propio puente,
tanto mental como espiritual.
Expulsa esa espina
que llevas tan
dentro de ti.
Y como la lluvia
que acaricia el suelo
para que los ríos encuentren su cauce
y sigan su curso sereno
hasta llegar al vasto mar...
Libérate, tú puedes hacerlo,
de ese mal.
Sí, aunque el puente tiemble al pasar,
tú puedes hacerlo,
y déjalo marchar...
Vuelve a tu equilibrio
y estabilidad.
Hacia el horizonte
del no retorno,
esa tormenta interna,
ese dolor puedes liberar.
No más miradas hacia atrás.
No más ansiedad,
ni un solo día más.
Con la fuerza
de tu corazón y tu firmeza,
tu espíritu de lucha
y tu positividad:
¡Sácalo de ti,
libérate de ese mal,
suelta ese lastre
y déjalo marchar!