He juzgado al tiempo por no darme la razón,
por dejarme esperar entre días sin sentido,
donde el silencio es cruel
y el destino escondido no habitaba.
Como una visita que llegó sin invitación,
apresurado, cansado y aturdido me sentí yo,
emocionado y tembloroso vivía mi corazón,
y cansada se rendía mi razón.
El sol pegaba fuerte y las nubes brillaban relucientes,
los espejos chispeaban colores que la naturaleza ofrecía.
El aire olía a comienzo,
a promesas sin permiso,
a historia renaciente.
La noche dejó de ser protagonista,
la luna no vivió el abrazo,
aquella estrella de tanta claridad encendió mi ocaso.
Ya no estaba solo,
estaba acompañado.
El tiempo regaló la razón.