Reyerta
Un día, por quererte y demostrarlo,
te dije: —¡adiós amor, en plena vía!
Tu madre que escuchó tal fechoría,
de pronto, me llamó para impugnarlo.
Me dijo: —¡mira gato, antes de hablarlo,
debiste haber pensado cual manía!
Ahora, llamaré a la policía
y espero, que te atrevas a gritarlo.
¡No puedes ver la rosa pues idiota,
jamás yo dejaré que la enamores!
Apenas tiene veinte y es gaviota.
¿Acaso imaginaste darle flores?
No vuelvas a acercarte cuan mascota,
sino sabrás de qué son los dolores.
Samuel Dixon