Esperé tantas veces aquellas cartas
que terminé recordando al viejo coronel,
ese que ya no tenía quién le escribiera.
Y cuando subí aquellas cumbres,
no me resultaron tan borrascosas
como me lo había contado la vieja Emily.
Tampoco en aquel pueblo,
donde llegué solo de paso,
supe por quién doblaban las campanas
de la iglesia. Y, curioso, pregunté
por los hermanos Karamázov,
pero nadie los recordaba.
En la taberna tampoco estaban
ni Fortunata ni Jacinta.
Busqué, con ansiedad casi infantil,
la casa de los espíritus,
pero solo encontré ruinas olvidadas.
Decidí entonces tomar aquel tranvía,
pero hacía tiempo
que ya nadie lo llamaba Deseo.
Al final, como todo en la vida,
fue cuestión de elegir,
me marché, paso firme,
camino a Macondo…
El Huagiro.
Madrid,Noviembre del 2025.