José de Jesús Camacho Medina

Mi padre me habla desde el cempasúchil

Para estas fechas, mi hermano Omar y yo solíamos acompañar a mi padre a llevar flores a mis abuelos. Visitábamos a nuestros fieles difuntos en los panteones Santa Teresa y Santa Cruz de Fresnillo.
Hacíamos guardia y oración junto a las lápidas, mientras los recuerdos desfilaban como pétalos de cempasúchil y concluiamos nuestra misión con un recorrido por las tumbas más antiguas del campo santo.

Hoy, el destino nos coloca en un lugar distinto: ahora somos nosotros quienes llevaremos flores a mi padre, seremos nosotros los encargados de preservar este ritual. El cempasúchil que depositaremos será un susurro que intentará cruzar las dimensiones, será un tributo por el gran papá que fue.

Por cierto, no podía faltar un escrito para  mi padre: 

Mi padre tiende puentes con el cempasúchil;
sus manos son ramas
que atraviesan el corredor de los sueños 
y resuenan en mi pecho.

A veces cierro los ojos
y logro ir más allá de este velo.
La neblina que separa nuestros mundos se disipa:
lo oigo, lo escucho.
Su voz es un canto que conjura mi incertidumbre,
un resplandor eterno que trasciende las dimensiones.

Cada rama de este contacto etéreo confirma
que mi padre me sigue hablando
desde el pulso del misterio,
desde el espejo de sus raíces.

He encontrado, en los recuerdos y en el relato de los demás,
un bosque que me sostiene,
una luz que se enciende cuando pronuncio su nombre.

Mi padre vive en mí de muchas formas;
no como un recuerdo,
sino como una constelación que respira
en la médula de mi universo.

Mi padre ya es eterno.
Mi padre está aquí. 

— JJ Cam