Dianne D.

Hecho estrella

Oh, costurera de lino y de sombra,
tu aguja de hielo, tu fino veneno,
me llama la penumbra con ecos y alfombra,
me rompe en la calma del lago sereno.

Dulce tormento, punzada clara,
único latido que no miente,
que el alma en sombras alumbra y para
y ordena el caos de la frente.

Lejos del mundo, su luz y su asombro,
lejos de miradas que mancillan el nombre,
sólo la luna es testigo en su alfombro
de este rito amargo que sabe a hombre.

Es una promesa hecha al vacío,
un juramento que la carne sella,
el más triste y antiguo desafío,
ser dueño de una herida que es estrella.