¿Qué esperas de mí?
No es el cortejo que me rodea,
en el transitar del tiempo, que acorta la distancia.
Mis manos artríticas se recogen y retuercen,
como manos de un pianista envejecido
tentado en tocar las teclas de tu cuerpo musical.
¿Quieres que toque una pieza con estas manos
llagosas de tanto torturar el piano?
Pertenezco a otros tiempos,
en que la vida no tenía reloj,
ni caminos, ni calles, ni carreteras,
solo un hilo fulgurante de rayos solares
como destino.
Llegaré al lugar que te prometí,
no me pidas más, que arrastro
mi cuerpo por vanidad,
hilachado voy al encuentro con la tierra,
para darte mi beso del último adiós,
aunque seas tú quien me mire tras el vidrio
que separa tu aliento de mis parpados mullidos
y mis narices taponeadas de algodón,
tu aliento de memoria lo vivo en el recuerdo,
porque es lo único que me queda,
luego de traspasar el umbral de la historia
de haber vivido mi existencia contigo.