Imagina la escena:
Un crepúsculo penetra 
la quietud del mar.
El clima es ligeramente cálido 
y húmedo.
Nuestro personaje, un joven 
varón esencialmente fuerte,
permanece sentado contemplando, desde la lejanía,
un horizonte 
que vibra en belleza.
Sus rasgos adivinan una seguridad-libertad,
ahora temblorosa, enmarcando un rostro enigmático.
Dentro de su lúcida abstracción se resuelven
infinitos tejidos de esencia ritual,
que determinan directamente su porvenir.
“Un hombre está hecho 
de la tela de sus sueños”.
Los dioses, en lo alto, 
observan el espectáculo,
intercambiando comentarios.
Rompiendo su pausa física,
emite desde el cerebro 
una señal
que tensa sus músculos,
y con un movimiento ágil
recupera su verticalidad.
Entonces… 
libera un grito hondo,
nacido desde su vientre-alma.
El tono refleja 
una búsqueda profunda.
L...
Instintos...
Búsqueda...
Entrega...
Razón...
Tiempo...
Amor...
Destino...
Conceptos que giran 
fieramente en remolino,
buscando definición 
y estabilidad.
Sin aliento, vuelve al descanso.
Recuperando el ritmo,
la imagen de una estrella fugaz
reflejada en el mar 
le hace levantar la mirada.
 “El que busca, encuentra”.
La frase surge 
y alivia su interior,
sin darle tiempo 
a comprender su porvenir.
Entonces “Alma Mater”,
maestra de lo invisible,
sabe cómo 
capturar nuestra atención
y, sacando sabio provecho 
del instante,
le habla con calma a él
y a su abismal incertidumbre:
– Cuando te encuentres en una encrucijada de decisiones,
haz a un lado la presión 
y enfría las emociones.
Encuentra el tiempo para 
dar la respuesta más digna.
No te detengas hasta 
hallar nuevamente el camino.
Los sabios nunca se rinden: debes sentir que avanzas.
– El resultado de una situación
se define en soluciones instantáneas,
limitadas siempre por el tiempo.
Sé veloz para reconocer 
las oportunidades;
ejercita la resolución intuitiva 
de tu verdad esencial.
– Aprende a satisfacer tus necesidades básicas.
Comienza por definirlas: 
cobijo, alimento, compañía,
intimidad, sociabilidad, trabajo, ahorro, reconocimiento.
No te conformes hasta 
vivir con dignidad.
– Sé justo en tus demandas
y ten la fortaleza 
de sentir satisfacción.
Lo que tomes de más 
faltará a otros,
y lo que te falte lo tomarán 
sin piedad los zánganos.
– Cumplidas tus necesidades básicas, serás libre.
– Conócete y conoce tus habilidades,
para integrarte al 
mecanismo social con sutileza.
Ejerce una actividad 
que te retroalimente,
que te dé paz y, 
al mismo tiempo,
produzca algo 
que otros necesiten.
– Aprende a enfocar 
tu análisis en amplias escalas.
Dirige tus energías a 
los problemas globales,
no te pierdas en los detalles.
Y mantente abierto 
al camino de tu destino:
enfréntalo con valor.
– El trabajo desinteresado 
es a menudo el mejor pagado
y el más necesario. 
Abre bien los ojos del corazón.
– Aprende a escuchar las voces del silencio.
Pon en duda lo que oigas; amplía tu criterio.
Cuando no te satisfaga 
lo escuchado,
tómalo con reserva.
Extrae lo esencial 
y refuérzalo con tu experiencia.
En tu interior hallarás la paz,
y las verdaderas 
definiciones del alma.
– No hables cuando 
ignores lo que dices.
Habrá quien sí lo sepa y quedarás como un necio.
A veces es más digno callar, escuchar y aprender.
Cuando hables con verdad, serás escuchado.
– Si las reacciones de tus actos
no reflejan tus planteamientos más sinceros,
replantea la estrategia.
Si persistes sin hacerlo, llegarás a otro destino.
– Ahorra tu riqueza 
en intimidad.
Compártela sólo con los tuyos.
“Ser rico sin que lo sepa nadie”.
– Por más civilizada 
que parezca la humanidad,
seguimos siendo animales.
Aprende de la naturaleza 
y de las especies.
El más fuerte sobrevive.
Elige: ¿débil o fuerte?
Haz lo necesario para ser.
– Recuerda cómo 
los mercaderes antiguos
vencían alcoholizando a sus contrincantes.
La vida está llena de trampas para los débiles de espíritu.
Y si el vino es bueno 
para la sangre,
su exceso enferma el alma.
– Experimenta, 
como decía Aristóteles,
pon a prueba tus sentidos 
y capacidades.
Pero si descubres pobreza 
o debilidad, no insistas.
Cuanto más conozcas, 
más fácil hallarás la verdad.
– Mente, cuerpo y corazón: siempre fuertes.
Equilibrio armónico.
Si uno se debilita, 
ejercita su recuperación.
– ¡Sé fuerte!
– Imagina que 
eres una pieza de ajedrez.
¿Qué serías?
Aprende a mover tus cartas.
– La nobleza es la virtud 
de reconocer tu camino
con la mayor suma de aciertos,
siguiendo tus intereses 
más auténticos.
¡Toma tus propias decisiones, con carácter!
– Ser corriente 
es podredumbre de valores,
la debilidad 
de no decidir por ti mismo:
la cárcel del alma.
– El fracaso es un cáncer 
de malas decisiones.
– Habiendo visto la luz, 
no dejes que 
el miedo la nuble.
Una vez probado el cielo,
caminarás mirando al cielo,
porque allí has estado 
y allí ansías volver.
Conoce tu camino y afirma:
Soy fuerte, soy capaz, 
sé lo que quiero.
– Entrégate al amor 
con seguridad.
Cuando encuentres a tu pareja,
piensa en el águila: 
monógama, leal.
Corteja, conoce, 
espera, entiende,
y háblale con verdad.
– Frecuenta espacios 
de meditación.
En la soledad el ser humano 
se depura y actúa 
con sinceridad.
– No te apegues demasiado 
a nada ni a nadie.
Nada es eterno.
Por más que compartas,
seguirás siendo 
individuo en tu cuerpo.
– Cuando enfrentes la muerte, respétala y dale paso.
Lo importante es lo vivo.
Después, los ángeles continuarán tu camino.
– No dramatices.
Sufre lo necesario, 
aprende y sigue.
Si te detienes, serás presa fácil.
Mejor juega la vida y gózala.
– ¡Juega, juega!
Cada juego tiene reglas, ganadores y perdedores.
La clave es una actitud participativa y sabia:
la pelota siempre 
cambia de manos.
– Por más tensión que sufras,
no pierdas 
la utópica cuerda de los sueños.
Si intentas alcanzar el cielo,
llegarás, al menos, al techo.
– Da cabida al misterio.
Lleva siempre contigo el fuego,
aprende a encontrar el agua,
venera el viento
y, por más alto que vueles,
siente siempre 
la tierra húmeda y fértil.