EL GRITO QUE NO SE OYE
No todos los dolores lloran,
algunos aprietan los dientes
y fingen ser aire,
para no espantar al mundo.
Hay penas que no gimen,
solo tiemblan detrás de la piel,
en el rincón donde el alma
se calla por vergüenza.
No hay protesta más humana
que la de un pecho sin eco,
que se rompe en silencio
porque nadie entendería su ruido.
Y allí, donde la palabra no llega,
donde el llanto se convierte en hueso,
queda el secreto, intacto,
guardado como una herida sin nombre.
Ese dolor —el que nadie grita—
es el verdadero testigo del hombre,
el que no busca consuelo
ni justicia,
solo reposo en su propia sombra.
Y cuando al fin la tierra lo cubre,
no se apaga,
solo descansa.
Porque hay dolores
que ni la tumba puede enterrar.
© Corazón Bardo