Sendas de cafetales
Oro puro en grano
Y lagos de cristales
Deseo de amor profano
Puros, limpios manantiales
Armonizados de esperanza
Jardines y matorrales
Verdes mantos de crianza
Los ojos de criolla dormidos
Desnudos de penas
Vierten los más rojos guindos
Y deshojan las más duras quejas
Chispazos de fuego encendido
Brechas de cielo quemado
Fogón del más grande nido
Bosquejan deslumbres de espanto
Crudos los hondos quejidos
Quejidos del más duro llanto
Escupitajos y fuertes gemidos
Cortejos del dulce quebranto
Tus mujeres
Alambicada criatura
En su pecho refleja
Un inmenso mar de dulzura
Tu sacrosanto nombre
Que el Nazareno dictara
Y en Romero confiara
Para catequizar al hombre
Tus senos: pan de vida
Tus mieles: sangre de amor
Tus hijos: la tenaz más grande huida
Tus guerras: luz del sol