Escucho el constante concierto de la lluvia…sin cesar,
anda exasperada…de alguna manera se muestra impasible,
como si quisiera su nerviosismo expresar.
¿Porque llueve a veces sin parar?…
¿Porque el cielo se nubla después de un radiante sol?…
tal vez porque se puso temperamental…
(demasiado vehemente el astro rey)
¿Quizá convirtió su euforia en tensa emoción?…
como respuesta a una impresión suspendida…
que se quedó atorada…
en algún triste episodio de lo irreal.
La lluvia que al principio se presenta como suave caricia…
va agarrando confianza…y se convierte en tormenta,
se pone efusiva,
se ofusca…
y acaba desbordando su incontenible turbión.
Cuando todo empieza se siente placentero,
complaciente y sincero…en concordancia total,
pero poco a poco va perdiendo la claridad,
se acelera hasta que se excede…
en un irrefrenable drama con dudoso final,
y lo que es peor…
desemboca en un desenlace fatal.
El amor es como la lluvia,
al inicio ponderada,
se muestra sensible…
y hasta invita a bailar.
Su chorreo moja…pero conmueve,
y nos prende irónicamente a la pasión,
se exhibe equivalente a sorprendente…
y nos deleita con el romántico ritmo de cada gota…
hasta que se desordena…
y se lanza de los aleros con ligereza,
recorre las acequias con apurada impaciencia…
como queriendo escapar.
La lluvia como el amor son dos manifestaciones sarcásticas,
las dos revelaciones de la realidad.
Ya llegará el momento en que escampe…y todo vuelva a empezar.