Despierta el alma en la ciudad sin sombras,
los faros rugen, lunas metálicas;
la piel del mundo arde bajo mis pasos,
y siento, entre el humo y la esperanza,
que algo en mí quiere nacer de nuevo.
Estoy más vivo, más despierto que nunca.
Con cada aliento, vuelvo a rejuvenecer.
Recargado, me dejo fluir:
comprendí, por fin,
la fábula de Sansón.
La libertad se me presenta,
palpita fuerte, intensa, irresistible.
Respiro su sudor ardiente,
me impulsa, me sitúa
en el filo de la navaja.
Me atrae el abismo de lo posible.
Me reconozco en el domador;
me gustan las fieras salvajes.
En la naturaleza del asfalto,
encuentro posible lo imposible.
He dejado de ser víctima del miedo,
y nuevas ambiciones flotan
en el abismo de lo posible.
Ilustrado por lo sencillo,
he encontrado el arte sagrado
de una vida que apenas comienza.
Ahora el rugido del mundo me pertenece,
la noche es mi aliada, la duda mi espejo.
He cruzado el umbral del miedo
y camino —descalzo, consciente—
entre fieras salvajes
en la naturaleza del asfalto.