El café se había enfriado sobre la mesa cuando por fin me atreví a mirarla a los ojos.
Había demasiado silencio entre nosotros,
ese silencio que no construye paz, sino muros invisibles.
Yo buscaba palabras, ella buscaba una salida.
En medio de ese vacío me salió casi como un susurro.
\'Si la persona importa, las cosas se hablan\'.
No supe si lo escuchó como una súplica o como un reproche,
pero vi como sus pupilas temblaron un instante,
como si todavía hubiera algo vivo entre los dos.
Luego apartó la mirada y entendí que el problema no era la falta de palabras,
sino la falta de ganas de decirlas.