Cada día que te recordé comer,
las horas que cuidé tu sueño,
incluso olvidando el mío,
solo fueron parte de un capricho.
Cuando te escuché sin juzgar,
mientras contabas tus historias,
no, eso no fue un simple capricho:
en verdad me gustabas.
Pero no te culpo,
la culpa fue mía,
por confiar en ti…
creyendo que tú también sentías así.