Desperté con tu nombre grabado en el aire y la sensación de tu presencia a mi lado. El fantasma que habita en mi cama eras tú. Tras años de silencio, tu voz volvió a sonar.
Conversamos largo rato. Los besos fueron de estreno, los abrazos, de eterna despedida.
Lo que pasó en la intimidad, lo atesoro con discreción. Gracias por regalarme una noche de pura felicidad. Gracias por devolverle la sonrisa a este loco. Gracias por ser parte de mi mundo.