¡No soy una esclava!
Un individuo alardeaba
con quien quería escuchar:
—Lo que tanto yo deseaba,
¡por fin lo pude lograr!
Encontré lo que buscaba,
una que no tiene criterio.
Yo solamente la alentaba
a salir de su monasterio.
Le alimenté con mi osadía,
sus fantasías y sus sueños,
pero la llave que le ofrecía
solo la cambiaría de dueño.
—¡No me ha costado nada!—
decía el patán a todo pecho;
—limpia, cocina y plancha,
también calienta mi lecho.
Con saña la maltrataba,
sin tener ningún recato,
pero nunca se imaginaba
que fue perdiendo su encanto.
—¡No te esfuerzas suficiente!
¿Que no aprendes a mendigar?—
le decía en forma hiriente:
—¡No debes regresar sin caudal!
Mira que no te pierdas,
ni te quieras escapar;
donde sea que te escondas,
yo te puedo encontrar.
Ve, y no te demores tanto,
el hambre no es de aguantar;
lo que traigas, te comparto,
si me sobra algo para dar.
El amor que ella le tenía,
él mató con su desamor;
empezó a sentirse vacía,
y un día enterró el temor.
Una mañana partió ligera,
por equipaje el amanecer.
Él le suplicó que volviera...
¡Jamás la volvió a convencer!
— Elise Beher