Yo veo esta calle cuando de noche llego
y soy un habitante lúgubre sobre ella,
desdibujado entre sus vapores viejos.
Me gustaría platicarle de mis penas
y recoger con mis dedos el olvido,
sentado en el poyo de mi muro en ruinas.
Y compartir la luna sobre una mesa
en rebanadas de luz a los mendigos
y aquel viento que me aguarda, taciturno,
a esta hora de la noche en que soy lamento
y la calle un cementerio de mis muertos;
a esta hora de la noche en que uno está solo
y hay un farol en una esquina, sin almas,
y hay un ramaje crecido por la lluvia
y un pesado olor a tabaco marchito
y un perro herido por la noche vacía.
¿Por qué no te escondes, calle, cuando llego?
¿Por qué te me presentas palurda y quieta,
con tus horrores y tus noches de infamia
y la tristeza pegada en tus banquetas?