Stephen D\'Avendagno

Y te miré...

Te encontré después de tanto tiempo.

Fuimos un mundo,

aparte del mundo.

 

Hablamos de nada,

sintiendo de todo.

 

Y te miré.

Me sumergí en tus ojos negros,

ahondé en tus secretos,

forcé tus cerrojos,

te di el beso más sincero.

 

Pasaba el viento,

se oía el sonido de un transeúnte,

a lo lejos.

Una hoja muerta se deslizaba en silencio.

 

Ahí estaba yo,

flotando en tus ojos,

esperando como aquel que espera.

 

Me encontraba así,

pero,

¿acaso qué esperaba?

 

El día se fue contigo,

pero te miré.

Y aunque no estás conmigo,

sigo sumergido,

en tus ojos negros.

 

¿Acaso esperaré un despertar?

¿Algo que rompa mi silencio?

¿Que atenúe mi rabia?

¿Que aceptes mis defectos?

¿Que huyas de mi miseria?

¿Qué quiero?

¿Qué espero?

 

Llega la mañana,

mis manos agitadas

sostienen con miedo las píldoras.

 

Hermosa sirena,

llegué a tu playa

siguiendo tu pista.

 

Hermosa sirena,

¿no soy acaso yo tu navegante?

 

¿Por qué no rompes tu silencio?

¿Por qué no puedo salir de tu prisión?

 

¿Por qué te alejas, sirena?

Te he buscado en vidas pasadas.

Te he soñado miles de noches.

He anhelado nuestro encuentro.

 

¿Qué espero, acaso, yo sumergido

en tus ojos negros?

 

Adiós, sirena.